En colaboración con la editorial alemana Unrast, nuestrxs amigxs de Black Mosquito han publicado en alemán una colección de nuestros escritos de 2012-2020, titulada Writings on the Wall. Juntos, estos textos ofrecen una visión desde el frente de las luchas desde Minneapolis hasta Kurdistán, explorando algunos de los temas de debate más urgentes en los movimientos sociales contemporáneos: violencia, venganza, consentimiento y consenso, cómo perseverar frente a probabilidades aparentemente imposibles, lo que podría significar la revolución en el siglo XXI. En la introducción, que se presenta a continuación en castellano, describimos los tiempos y las condiciones en las que estábamos escribiendo y lo que nuestras experiencias podrían ofrecer a las luchas del futuro.
La versión en alemán de esta página se actualizará de forma continua con recomendaciones de lectura fechas de presentaciones, reseñas y entradas multimedia. Los contenidos del libro se enumeran después de la introducción.
Primeros Principios
Ningún gobierno posee autoridad de manera inherente. Ningún contrato, procedimiento o tradición tiene ningún derecho legítimo sobre nosotrxs—más allá de los que acordemos voluntariamente. Ninguna ley debe prevalecer sobre nuestras conciencias. En lugar de escudarnos en cualquier tipo de defensa al estilo de los juicios de Núremberg (“Sólo he obedecido leyes y órdenes”), para excusar nuestras decisiones-sean estas religiosas, políticas, económicas o legales—debemos asumir la responsabilidad personal que el impacto de nuestras acciones tienen en el mundo.
La historia no es un proceso inexorable, esculpido en piedra y rígido. Es la coyuntura caótica de innumerables fuerzas, incluida la nuestra. La “teoría” no tiene ningún valor excepto como conjunto de hipótesis que probamos y perfeccionamos continuamente en el transcurso de nuestras intervenciones. El análisis revolucionario no debe ser el dominio de pastores que citan a Marx de la misma manera en la que los anteriores ideólogos citaban la Biblia. Sólo puede pertenecer a quienes aprenden sobre el mundo en el proceso de intentar cambiarlo.
Cuando actuamos, actuamos sin garantías. No podemos estar seguros del resultado de antemano, el final de esta historia aún no se ha escrito. Lo arriesgamos todo porque sabemos que la muerte es ineludible. Sin embargo vivir—lograr el pleno desarrollo de nuestro potencial colectivo, a pesar de un orden social que nos aísla y nos debilita—vivir es la cosa más excepcional que existe.
Esto es lo que queremos decir cuando decimos que somos anarquistas.
Creemos que lo que ennoblece, es el trabajar codo con codo con otras personas como iguales, en lugar de como autoridades a las que obedecer o sujetos a los que gobernar. No dejar que haya nadie por encima ni por debajo nuestro. Creemos que todo el mundo puede beneficiarse de la abolición de las jerarquías, incluso aquellxs que ostensiblemente se benefician de ellas. En el momento en el que nos alejan a unxs de otrxs y de lo más hermoso de nosotrxs mismxs, privan de sentido a nuestra vida. Para nosotrxs, el anarquismo no es el anteproyecto de un posible mundo futuro, sino la necesidad de tomar partido de inmediato en los conflictos que se están produciendo hoy, con el objetivo de deshabilitar los mecanismos que imponen desigualdades, e intentar, allí donde sea posible, fomentar e intentar que echen raíces la autonomía y la solidaridad.
En nuestra experiencia, los movimientos ingobernables de base que se sustentan en la acción directa, son mucho más eficientes y efectivos que las campañas legalistas de arriba hacia abajo que se concentran en buscar reformas. Si nos limitamos a presentar peticiones de cambio a aquellxs que ostentan el poder, siempre habrá solicitantes rivales que podrán seducirles de manera más eficiente que nosotrxs. Solo cuando demostremos que estamos en posición de lograr por nosotrxs mismxs los cambios que queremos, nos seguirán lxs políticos, y se apresurarán a hacer las concesiones que temen que tomemos por la fuerza. Por supuesto, si podemos hacer por nosotrxs mismxs los cambios que deseamos- ya no los necesitamos más.
Esta tesis fue confirmada una vez más poco antes de que este libro saliera de la imprenta, cuando lxs rebeldes incendiaron el tercer recinto de policía de Minneapolis en respuesta al asesinato de George Floyd. Hasta que la gente vio a lxs alborotadorxs aplastar violentamente a la policía, era impensable que el discurso político dominante en los Estados Unidos pudiera considerar la propuesta de abolir la policía. Sólo después, pudo convertirse la abolición de la policía en un tema ampliamente debatido, impidiendo a los liberales diluir el movimiento anti-policía.
Nuestro mayor obstáculo es que no conocemos nuestra propia fuerza.
Los Tiempos en los que Escribimos, los Tiempos por Venir
Este libro reúne una selección de nuestro trabajo de 2012 a 2020.
Nuestro colectivo ha estado publicando desde principios de la década de 1990. Hace un cuarto de siglo, cuando nos embarcamos en este proyecto, el anarquismo se manifestó principalmente como el rechazo al paraíso. El capitalismo neoliberal y la democracia estatal parecían haber triunfado en lo que Francis Fukuyama llamó “el fin de la historia”. Pero nosotrxs, almas malditas por voluntad propia, rechazamos la utopía que nos ofrecieron como Fata Morgana. “Mejor autonomía en el infierno, que servir en el cielo”, explicamos como Satanás de Milton, nos negamos a vendernos en el mercado y preferimos una existencia precaria al margen de la sociedad.
Fukuyama y sus compinches pensaron que habían acabado con la historia, pero la historia no había acabado con ellos. Como advertimos, un sistema global, regido por el imperativo de los beneficios, puede hacer que la gran mayoría de la humanidad se empobrezca paulatinamente y al mismo tiempo concentrar el poder en manos de los más depredadores. Hoy en día, los desastrosos efectos del capitalismo neoliberal son evidentes para todxs, y cada vez más personas están adoptando las tácticas que hemos pasado décadas perfeccionando.
En los años intermedios, hemos desarrollado redes que abarcan cinco continentes y decenas de idiomas. Juntxs, tratamos de reflexionar sobre las cuestiones estratégicas a las que nos enfrentamos, comparando nuestras experiencias en diferentes luchas y contextos para formular nuevas propuestas a emplear en los movimientos sociales. Al igual que el movimiento anarquista global en su conjunto, no tenemos una línea de partido, solo la diversidad intelectual del debate y la determinación común de crear un mundo en el que ningún ser humano pueda gobernar a otro.
La última ola mundial de revueltas surgió directamente de la última recesión. Se inició con la insurrección griega de diciembre de 2008, precursora de la denominada “Primavera Árabe” y de los distintos movimientos de Okupación. Podría decirse que concluyó en 2014 con lxs nacionalistas secuestrando los levantamientos en Brasil y Ucrania y con la militarización y la derrota final del movimiento revolucionario en el oeste de Siria. En nuestro libro De la Democracia a la Libertad, exploramos algunos de los límites que alcanzaron estos movimientos como resultado de centrarse en tratar de legitimar nuevas instituciones de gobierno en lugar de llevar la revuelta hasta su conclusión lógica.
Durante seis años hemos cosechado los amargos frutos de esta derrota en forma de una ola reaccionaria global. Así como la desaparición del movimiento “antiglobalización” a principios de siglo, permitió a nacionalistas como Donald Trump llegar al poder, presentándose falsamente como adversarios del neoliberalismo, el fracaso de la resistencia de Gezi Park permitió a Recep Tayyip Erdoğan instaurar la autocracia en Turquía e invadir Rojava— tragedias similares se han producido en todo el mundo. Esta ola reaccionaria ha tomado muchas formas, desde la consolidación de dictaduras de partido único en Rusia y China, pasando por las victorias electorales nacionalistas en Estados Unidos y Brasil, hasta el resurgimiento de políticas autoritarias entre lxs izquierdistas.
Sin embargo, todo orden que no engloba el todo, conduce inevitablemente a su propia oposición. Años de crudo capitalismo han fomentado una amargura que aún no ha encontrado una salida política. Mientras que una minoría de la población ha gravitado hacia el fascismo absoluto, un número mayor ha perdido totalmente la fe en la política electoral, sin encontrar una alternativa con la que comprometerse. Depende de nosotrxs ofrecerles un modelo de lo que pueden hacer con su rabia.
Una nueva fase de disturbios comenzó a fines de 2018 con la aparición de los Chalecos amarillos en Francia. Al principio, este movimiento no era prometedor, ya que enfrentó a ciudadanxs “apolíticxs”, incluidos elementos de extrema derecha, contra un gobierno neoliberal y centrista que, a su vez, trató de trasladar el costo de su política “ecológica” a la clase trabajadora.. Pero durante las siguientes semanas, lxs anarquistas y otrxs rebeldes utilizaron el vandalismo para crear un espacio donde una corriente anticapitalista pudiera afianzarse. En el transcurso del año siguiente, estallaron revueltas en Hong Kong, Sudán, Haití, Ecuador, Chile, Honduras, Líbano, Irak, Cataluña y otros lugares. Casi todos fueron provocados por aumentos en el costo de vida (un impuesto a los combustibles en Francia y Ecuador, un impuesto a WhatsApp en el Líbano, un aumento de la tarifa del metro en Chile), lo que confirma que la recuperación económica de la recesión de 2008 poco había beneficiado a la gente corriente. En un nivel más profundo, las revueltas fueron impulsadas por preguntas sobre la legitimidad de la autoridad, incluso si estas preguntas asumieron formas distorsionadas, como demandas de soberanía nacional independiente.
Así como el levantamiento de 2008 en Grecia presagió las revoluciones que comenzaron en Túnez dos años después, supusimos que los disturbios de Hong Kong a Chile presagiaban otra ola global de revueltas. Sin embargo, en los Estados Unidos, el año 2020 comenzó en un período de desolación política. Lxs anarquistas estaban agotadxs después de tres años de lucha para responder a las atrocidades reinantes, y muchxs de los que se habían unido a nosotrxs en las calles al comienzo de la presidencia de Trump, habían vuelto a buscar el cambio a través de los canales estatales: la gente de “centro” siguió una estrategia de alianza con el FBI para acusar a Trump, mientras que lxs socialistas reanudaron su campaña igualmente ingenua para elegir a Bernie Sanders como presidente.
Para cuando la pandemia de COVID-19 irrumpió en el mundo, todos estos esfuerzos habían fracasado. Trump agravó la situación y aprovechó la oportunidad para, en medio de la peor recesión económica que se recuerde, transferir miles de millones de dólares a los estratos más ricos de la sociedad. Millones de personas en los EE.UU, junto con miles de millones en todo el mundo, estuvieron aisladxs de mediados de marzo a finales de mayo, contemplando su propia mortalidad y enfurecidxs por la crueldad de sus gobernantes. Nunca había sido más claro que las instituciones de poder son fundamentalmente destructivas para la vida de la gente corriente.
Cuando circuló un vídeo que mostraba el absurdo asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis, lxs que más sufren racismo y pobreza se dieron cuenta de que el momento de “ahora o nunca” había llegado. En todo Estados Unidos arriesgaron heroicamente sus vidas para atacar a sus opresores—y millones de locxs rebeldes de todas las clases y condiciones, se unieron a ellxs en las ciudades, atacaron a la policía, quemaron sus coches, bloquearon autopistas y saquearon zonas comerciales. En medio de la pandemia, incluso lxs liberales blancxs de clase media sintieron en propia carne la tragedia de la muerte de George Floyd. Puesto que el virus afectaba a personas de todos los estratos sociales, había eliminado algunos de los mecanismos que normalmente impiden que lxs privilegiadxs se identifiquen con lxs más marginadxs.
Trump y otrxs políticxs expresaron su conmoción por los disturbios que siguieron al asesinato de George Floyd, y afirmaron que habían sido coordinados por lxs anarquistas. En realidad, la clase dominante hizo más para provocar los disturbios, de lo que nosotrxs jamas hubiéramos podido. Fueron las políticas del propio estado las que difundieron la inteligencia colectiva que guió la revuelta, marcando la policía, los bancos y las corporaciones como objetivos legítimos y facilitando que casi cualquiera entendiera por qué tenía sentido atacarlos. El apoyo explícito de Trump a lxs supremacistas blancxs, sus políticas fronterizas xenófobas, sus esfuerzos por abolir el acceso a la atención médica, sus decisiones para acelerar el calentamiento global y su negativa a brindar cualquier tipo de apoyo a lxs amenazadxs por el desempleo y el COVID-19, demostraron a todxs que todxs nos enfrentamos a una lucha de vida o muerte—no solo aquellxs que pertenecen a grupos sociales, cuyxs miembros son asesinadxs regularmente por la policía.
Quizás la hora más oscura presagia el amanecer, después de todo.
Al finalizar la redacción de este libro, en Estados Unidos esperamos haber superado el punto culminante de la ola reaccionaria global que llevó a Trump al poder. Pero las luchas del futuro seguirán siendo tripartitas, enfrentando a los movimientos sociales autónomos tanto contra lxs centristas neoliberales que buscan restablecer un “estado de derecho imparcial”, como contra lxs nacionalistas de extrema derecha, que pretenden sobrevivir a la fase de declive del capitalismo, redefiniendo a qué intereses debe servir el estado. Ambas partes ofrecen propuestas sobre cómo preservar el capitalismo y el estado; la única diferencia estriba en cómo deben distribuirse la violencia y el sufrimiento. Sin embargo, no debemos cometer el error de elaborar estrategias como si estuviéramos en un conflicto binario. Cada uno de estos adversarios se beneficiaría si nos concentramos solo en eliminar al otro, permitiéndoles concentrarse en eliminarnos. Tenemos que luchar de manera que quede al descubierto lo que centristas y nacionalistas tienen en común y que muestre lo que caracteriza nuestras propuestas de futuro.
La búsqueda de autonomía ha estado en el punto de mira de muchas de las luchas de los últimos dos años, aunque en la forma distorsionada de una demanda de soberanía nacional independiente. Cachemira busca la independencia de la India; Hong Kong busca la autonomía de China; Catalunya busca la autonomía de España; Rojava busca la autonomía de Siria, y el mundo entero—Turquía, Siria, Estados Unidos, Rusia y las Naciones Unidas—conspira para aplastarlas. La independencia nacional—que reproduce en menor escala las jerarquías internas de las naciones imperialistas—no es la solución a estos conflictos. El conflicto entre naciones es dominio del estado, independientemente de que las naciones en cuestión hayan recibido el reconocimiento formal de las Naciones Unidas o no. La autonomía no es cuestión de separarse de otros, sino de establecer relaciones horizontales de apoyo mutuo y defensa colectiva que sean lo suficientemente fuertes y con el suficiente alcance como para resistir los ataques.
Asimismo, a medida que se intensifiquen los conflictos de nuestra época, será tentador recurrir a la militarización de nuestros movimientos, pero esto representa un callejón sin salida por la misma razón que la búsqueda de la independencia nacional es un callejón sin salida. A corto plazo, el liderazgo en los conflictos militares es para quien tenga acceso a más armas, como vimos en la revolución siria; a largo plazo, el resultado de tales conflictos lo determina la parte que tenga la mayor fuerza aérea, como vimos en la posterior guerra civil siria. “La fuerza de la insurrección es social, no militar”, como escribieron lxs insurrectxs italianxs. Nuestro objetivo no debe ser competir con el estado en su propio territorio, el campo de la conquista militar, sino identificar todas las necesidades y deseos que el estado no puede satisfacer—un número enorme en estos días en los que los gobiernos no pueden hacer mucho para mitigar los efectos del capitalismo—y tomarlos como punto de partida para transmitir la idea de insurrección a las bases, y así volvernos ingobernables.
Si queremos revolución en lugar de guerra, tenemos que organizarnos en ambos lados de cada frontera. Esto es válido no solo para la identidad nacional, sino también para cualquier otra forma de identidad . Debemos buscar extender la resistencia a la dominación a través de todas las fronteras—nacionales, étnicas, religiosas—trascendiendo toda formas de identidad previamente establecida. Lo único que podría asegurar la libertad del pueblo kurdo en Rojava, sería una revolución en Turquía; lo único que podría asegurar la libertad de las personas en Hong Kong, sería una revolución en China; lo único que podría asegurar la libertad de las personas en Siria y, para el caso, en los estados bálticos, sería una revolución en Rusia; lo único que podría asegurar la libertad de las personas en México y Honduras y probablemente también en Chile sería una revolución en los Estados Unidos, así como lo único que podría garantizar la seguridad de las personas Negras en cualquiera de esos países, sería la abolición de todas y cada una de las diferentes formas de trabajo policial que mantenga los privilegios conocidos como el ser “blancx”. Debemos intensificar nuestros esfuerzos para construir vínculos a través de todas estos frentes, en paralelo con nuestros esfuerzos para desarrollar nuestra capacidad de autodefensa colectiva—y entender estos dos proyectos como uno y el mismo.
El estado se caracteriza por la concentración de poder, la asimilación, la subordinación y la división. Para tener una oportunidad contra él, debemos actuar como una hidra que se propaga, reproduce, conecta y multiplica.
Este libro se compone de nuestras reflexiones sobre las luchas en las que hemos participado durante la última década—nuestros esfuerzos por aprender de nuestros éxitos y fracasos, para identificar el problema real en la raíz de cada situación, para aprovechar al máximo nuestro tremendo potencial con nuestras propias condiciones. Esperamos que te sea de ayuda a ti también, en tus esfuerzos por hacer lo mismo.
Como algunxs de nosotrxs escribimos a principios de siglo, cuando el mundo todavía era joven, la mejor razón para ser revolucionario es que es simplemente una mejor manera de vivir.
A continuación por secciones, los orígenes de los diversos contenidos del libro:
—Anarquía—
Publicamos Para cambiarlo Todo a principios del 2015 en colaboración con colectivos de los cinco continentes. La idea era ofrecer una introducción accesible a las ideas anarquistas.
En total, circularon aproximadamente 250.000 copias impresas de Para cambiarlo Todo, en más de 30 idiomas. Ayudamos a los editores de Brasil, Argentina, Rumania y Eslovenia a financiar sus versiones impresas. Se distribuyeron versiones en árabe y farsi a lo largo de la ruta de los Balcanes durante la llamada “crisis migratoria” de 2015; también nos organizamos para que los grupos de apoyo a los presos pudieran enviar miles de copias a las personas encarceladas en Estados Unidos. Una pequeña anécdota: hasta donde sabemos, este parece ser el único texto anarquista impreso en maltés.
—Movimiento revolucionario—
Esta selección de textos concentra muchas de nuestras conclusiones sobre la estrategia y la ética del movimiento, acumuladas en el transcurso de un período en el que la forma de la protesta en Estados Unidos cambió drásticamente.
Publicamos “La Ilegitimidad de la Violencia, la Violencia de la Legitimidad” en marzo de 2012, durante el declive del movimiento Occupy, en respuesta a liberales como Chris Hedges, que atacaron a algunxs participantes por encapucharse y defenderse de los ataques policiales. La retórica de Hedges reapareció textualmente en boca de las autoridades en mayo, cuando hicieron declaraciones a los medios explicando los esfuerzos del FBI para atrapar a activistas en Cleveland y Chicago. Las sentencias de largos años prisión que cumplieron esxs activistas, muestran cuán útil fue Hedges para los esfuerzos del gobierno de Estados Unidos por reprimir el movimiento.
En el primer aniversario del inicio del movimiento Occupy, obligamos a Hedges a debatir con un miembro de nuestro colectivo frente a mil personas en la ciudad de Nueva York. Organizamos la transmisión del debate en streaming simultáneamente en todo el país. Esto demostró que la perspectiva que Hedges estaba tratando de deslegitimar, era demasiado poderosa para ser silenciada. Solo dos años después, el levantamiento en Ferguson confirmó que habíamos tenido razón al argumentar que, para ser efectivos, los movimientos futuros tendrían que ser confrontacionales e incluir el anonimato. Esta vez, mucha gente entendió por qué los manifestantes llevaban máscaras y luchaban contra la policía.
“Rompiendo con la realidad del consenso” apareció unas semanas después de “La ilegitimidad de la violencia”. Fue el primer capítulo de Terror Incógnita, una reflexión sobre la dinámica del deseo insurreccional—las fuerzas que pueden contagiarlo o evitar que se propague.
A finales de 2013, publicamos “Después de la Cresta,” una serie de artículos que reflexionan sobre lo que lxs anarquistas pueden lograr durante el declive de los movimientos sociales, partiendo de la premisa de que, los movimientos, tras su surgimiento, pasan la mayor parte del tiempo en declive. Aquí solo se incluye el texto introductorio. La serie original incluía estudios de campo sobre el movimiento Occupy en Oakland, el movimiento estudiantil en Montreal y la serie de huelgas, okupaciones y disturbios que estallaron en Barcelona entre 2010 y 2012.
Los levantamientos contra la policía y la supremacía blanca que irrumpieron en el escenario mundial con la revuelta en Ferguson en agosto de 2014, cambiaron la atmósfera en Estados Unidos y la forma en que la gente pensaba sobre los movimientos de protesta. Publicamos “Por qué no hacemos reivindicaciones” en la primavera de 2015, inmediatamente después del levantamiento en Baltimore en respuesta al asesinato de Freddie Gray, posiblemente el punto culminante de los levantamientos contra la policía hasta mayo de 2020.
“El Gobierno Revolucionario No Existe” y “Contra la lógica de la guillotina” vieron la luz en 2018 y 2019, en medio de la reaccionaria era de Trump, cuando algunxs izquierdistas autoritarixs buscaban imitar el éxito de la extrema derecha, al emplear el populismo para adquirir poder.
La primera versión de “Luchamos porque nos gusta” apareció en “Sabiduría conflictiva: introspección revolucionaria hacia la preservación del individuo y la comunidad anarquista”. Apareció en un momento sombrío a principios del 2018, cuando la era Trump apenas comenzaba, y muchos de nuestrxs compañerxs aún se enfrentaban a la posibilidad de décadas en prisión como consecuencia de la manifestación del día en que asumió el cargo, y eso que aún no estaba claro cómo de mal se podían poner las cosas.
—Incursiones—
“La música como arma” representa nuestras reflexiones sobre décadas de experimentación para conectar el punk underground con el movimiento anarquista internacional. La primera versión de este texto apareció en la edición de primavera de 2009 de nuestra revista bianual Rolling Thunder. Esta versión ligeramente revisada fue publicada en nuestra web a fines del 2018 cuando finalmente, a regañadientes, nos dispusimos a digitalizar toda la música lanzada a través del sello discográfico CrimethInc, desde la década de 1990 hasta los primeros años del siglo 21.
“El clima está cambiando” apareció por primera vez en diciembre de 2009 durante las manifestaciones en Copenhague a las puertas de la conferencia de las Naciones Unidas “COP-15” sobre el cambio climático. Lo incluimos en nuestro libro sobre capitalismo, Trabajo también se ha publicado en alemán. La versión de esta colección es una traducción revisada que no se había publicado antes.
“Contando por Nosotrxs Mismxs” apareció en 2013. Representa otro aspecto de las mismas conversaciones sobre el consentimiento y la responsabilidad que produjeron “Rompiendo con la realidad del consenso”.
“Cómo evitar que la policía mate” apareció el último día de mayo de 2020, cuando la revuelta en respuesta al asesinato de George Floyd comenzaba a extenderse por todo el país. Una versión zine del texto se distribuyó ampliamente en las diversas okupas y zonas libres de policía en junio de 2020.
—Informes—
Publicamos “De Alemania a Bakur” a finales del 2015, en un momento tenso de la lucha en Rojava y Turquía contra el Estado Islámico y la autocracia de Recep Tayyip Erdogan. Trágicamente, unx de lxs entrevistadxs, con quien habíamos colaborado en anteriores traducciones, fue asesinado a manos del ejército Turco, por lo que en 2019 publicamos “Recordando a Xelîl”.
“Sobreviviendo al virus” y el siguiente artículo “¿Y después del virus?” vieron la luz en marzo y abril de 2020, en respuesta a la llegada del COVID-19 y la cuarentena ordenada por el estado. Temíamos que el pánico ocasionado por la pandemia impulsara a la gente a adoptar políticas autoritarias, imaginando un fuerte control de arriba hacia abajo como la única forma de evitar un gran número de víctimas. En cambio, los gobiernos estatales desde China hasta Estados Unidos provocaron un desastre con sus respuestas a la pandemia, mientras que las redes de base surgieron en todo el mundo para organizar proyectos de apoyo mutua de acuerdo con principios anarquistas. Para nuestra sorpresa, “Sobreviviendo al virus” llegó a cientos de miles de personas en dieciséis idiomas diferentes. Aparentemente, la gente estaba hambrienta de una alternativa anarquista.
Por último, “El Asedio al Tercer Recinto en Minneapolis” ofrece un análisis de los participantes del histórico ataque al recinto policial en mayo de 2020. Lo publicamos a principios de junio en el apogeo del movimiento de respuesta a los asesinatos de George Floyd, Breonna Taylor y muchxs otrxs negrxs. Representa un correctivo necesario a las posteriores mistificaciones liberales del movimiento que buscan ocultar cómo las tácticas multiétnicas, descentralizadas y de confrontación fueron elementos esenciales en sus victorias más importantes.
Podemos luchar contra la policía y ganar. Podemos organizar nuestros propios medios de subsistencia y enfrentarnos al estado. Juntos, podemos aprovechar nuestro tremendo y desaprovechado potencial y lograr las vidas que merecemos vivir. No olvidemos esto nunca.