De Derribar Estatuas a Liberar Espacios

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Epílogo sobre el Derribo de las Estatuas de Colón

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En septiembre de 2018, después de que manifestantes en Carolina del Norte derribaran, por segunda vez en un año, un monumento confederado, publicamos un artículo sobre las consecuencias del intento de Cristóbal Colón de conquistar el Caribe y las motivaciones de lxs miembrxs de la clase dominante que posteriormente erigieron estatuas a su memoria. En ese momento, nuestro punto de partida era la estatua de Cristóbal Colón en Tower Grove Park, St. Louis—que parecía seguro en su pedestal a pesar de ser un objeto controvertido. Hoy, esa estatua ha sido retirada, junto con docenas como esta en todo el país. Pero ¿cómo nos aseguramos de que lo que surja en el espacio que monopolizaron esas estatuas cumple con las ambiciones emancipadoras de las personas que las derribaron?


La estatua de Cristóbal Colón en Tower Grove Park fue derribada en junio de 2020 en el punto álgido de un poderoso levantamiento en respuesta a los asesinatos de Breonna Taylor, George Floyd y otras personas negras. En el curso de este movimiento, valientes manifestantes derribaron docenas de estatuas erigidas en honor a lxs traficantes de esclavxs y esclavizadorxs, colonizadorxs, confederados, policías y otrxs que defienden la supremacía blanca.

La estatua de Cristóbal Colón en el Tower Grove Park de St. Louis en 2016, rociada con pintura roja por un/a manifestante.

La junta administrativa del parque había debatido durante años qué hacer con la estatua de Tower Grove Park, alegando que técnicamente era ilegal que la quitaran. Luego ordenaron a lxs trabajadores de la ciudad que la retiraran una semana antes de una protesta programada, negando a lxs manifestantes la oportunidad de derribarla ellxs mismxs. Aparentemente, la junta no tuvo reparos en violar la ley una vez que quedó claro que la gente de St. Louis iba a tomarse la justicia por su mano.

La junta estaba más preocupada por el potencial daño que lxs manifestantes podrían causar a la estatua—y la reputación de lxs encargadxs de protegerla—que por el daño que la estatua infligió a la gente de South City, a quienes les servía como recordatorio diario de qué vidas y qué voces cuentan en St. Louis. La estatua de Colón estuvo en el parque durante más de 130 años, su silenciosa presencia dice mucho sobre cómo aquellxs que están en el poder creen que lxs nativxs y lxs afroamericanxs deben ser tratadxs. Podemos consolarnos un poco con el hecho de que la estatua de Colón, al igual que otros monumentos racistas en todo el mundo, fue desfigurada, vandalizada y cubierta de pintura roja repetidamente durante décadas.

En el lapso de unos pocos años, en Norteamérica y más allá, estatuas como estas han pasado de ser ignoradas—por quienes pueden—a ser examinadas y atacadas. Este proceso cogió impulso después de que Trump fuera elegido y se aceleró el año pasado. A nivel internacional, lxs manifestantes ocuparon los titulares atacando monumentos desde Ciudad del Cabo, Sudáfrica hasta Popayán, desde Colombia hasta Hamilton, en Nueva Zelanda, Nuuk, Groenlandia y Martinica en las Antillas Menores. En las escenas más espectaculares, lxs manifestantes en Richmond, Nueva Orleans, Washington DC, Bristol y Amberes hicieron rodar estatuas por las calles, les prendieron fuego y las depositaron sin miramientos en las masas de agua.

Este fue el contexto en el que lxs funcionarixs de docenas de ciudades de todo Estados Unidos, incluida la junta de Tower Grove Park, eliminaron los monumentos a Colón, George Washington y otros íconos de la supremacía blanca. Muchos municipios lo hicieron, explícitamente, para proteger lo que consideraban el valor artístico e histórico de las estatuas. Lxs funcionarixs también temieron que las protestas contra los monumentos pudieran alimentar el levantamiento, que se centró tanto en objetivos históricos como contemporáneos. Muchos municipios se vieron obligados a eliminar los monumentos sin previo aviso al amparo de la noche. En otros casos, algunxs ciudadanxs utilizaron su propia riqueza o recaudaron fondos para proteger los monumentos. Algunxs incluso montaban guardia con armas para protegerlos.

En respuesta a los enfrentamientos que tuvieron lugar durante el levantamiento, muchxs conservadorxs han redoblado sus esfuerzos por vender su versión del pasado, aferrándose a una mitología cada vez más desacreditada fuera del grupo de sus partidarixs. En su narrativa, las consecuencias del proyecto colonial estadounidense — genocidio, esclavitud, racismo y otras formas de opresión — no se mencionan. Algunxs conservadorxs buscan codificar estos mitos en leyes, a través de prohibiciones que dictan cómo se pueden debatir sobre la raza y la historia en las escuelas.

Prohibir a la gente hablar de atrocidades pasadas es allanar el camino para que una nueva generación vuelva a perpetrarlas. Algunxs de lxs reaccionarixs de extrema derecha de hoy en día van más allá, abrazan abiertamente estas atrocidades y pretenden repetirlas.

Una persona con antepasadxs Anishanaabe y un/a acompañante atan cuerdas alrededor del cuello de una estatua de Cristóbal Colón en el Capitolio del Estado de Minnesota en St. Paul el 10 de junio de 2020.

Lxs liberales han respondido al derribo de estatuas de acuerdo con su propia táctica, buscando aprovechar los movimientos sociales de base para canalizar el impulso social hacia su propia agenda. A medida que las estatuas caen y las calles cambian de nombre, proponen glorificar a sus propixs héroes y heroínas. En el peor de los casos, este enfoque aprovecha la perseverancia y el desafío mediante los que ciertas personas oprimidas se han autoafirmado—sus triunfos frente a las adversidades impuestas por una estructura de poder racista—y los utiliza para hacer publicidad exculpando a la misma estructura de poder que las oprimió. Con nuevos nombres en las calles y nuevas estatuas en los pedestales, el estado puede reinventar su imagen, ocultando la continuidad de una época, no muy lejana, en la que las calles tenían diferentes nombres.

Nadie debe ser encumbrado ignorando los reproches que se merece. En lugar de animar a nuevxs héroes, heroínas o representantes, debemos, en primer lugar, destruir los mecanismos que perpetúan la opresión. Necesitamos cambios que vayan más allá de lo meramente estético.

Lxs políticxs siempre buscarán controlarnos para su propio beneficio, ya sea invirtiendo más dinero en los departamentos de policía o arrodillándose mientras visten pañuelos Kente. Somos más poderosxs cuando trabajamos juntxs fuera de su paradigma, estableciendo nuestras propias metas en nuestros propios términos, como lo hizo la gente el verano pasado.


Una estatua de Cristóbal Colón destrozada con pintura roja en San Antonio, Texas, el 25 de junio de 2020.

El derribo de estas estatuas sirvió de oportunidad para promover la educación histórica, sacando a la luz conflictos largamente reprimidos. Aquellxs que acusaron a la iconoclasia de 2020 de intentar ocultar la historia, buscaban ellxs mismxs esconderla. Derribar esas estatuas generó más debates acerca de lo que representan, de los que tuvieron lugar mientras permanecían sacrosantas en sus pedestales.

¿Pero a quién servirá ahora la ausencia de estas estatuas? ¿Dejaremos que lxs patriotas, ya sean conservadorxs o liberales, aprovechen esta ausencia para encubrir la sangrienta historia de los Estados Unidos de América? ¿Olvidaremos que las estatuas fueron retiradas solo gracias una feroz acción directa, y no por la magnanimidad de lxs comisionadxs? ¿Nos conformaremos con la ausencia de las estatuas, olvidando las cosas que fueron destruidas por quienes las erigieron?

Una forma de continuar esta lucha es retroceder desde esas estatuas hasta los entornos en los que fueron erigidas, con la intención de crear espacios liberados que perduren más allá de una protesta o movimiento. La libertad no es solo una cuestión de abolir la opresión, sino de crear nuevas posibilidades.

En St. Louis, podríamos cambiar nuestra atención de la estatua retirada al propio Tower Grove Park, construido en un terreno propiedad de Henry Shaw, el rico dueño de esclavxs que inicialmente encargó la estatua de Colón. Tower Grove es un parque público, pero la manera en que las personas pueden ocupar y utilizar el espacio sigue dictada por la clase dominante. Quién tiene acceso al parque, con qué fines y durante cuánto tiempo lo determinan las mismas personas que mantuvieron la estatua en su sitio hasta junio de 2020.

En St. Louis, existe una necesidad urgente de vivienda y otros recursos—¿Debería echar raíces un campamento para personas sin hogar en el parque, como un autoorganizado paso previo hacia la reutilización de los edificios vacíos de la ciudad? En esta ciudad, se nos niega el espacio para divertirnos sin comprar ni vender—¿Debería tener lugar una fiesta de baile semanal? De la misma manera, muchxs de nosotrxs simplemente no podemos acceder a las cosas que necesitamos a través de la economía capitalista—¿Deberíamos organizar un Really Really Free Market en el que compartir recursos sin que el dinero cambie de manos? Quizás debiera haber un espacio para las asambleas vecinales, en el que discutir todos los problemas cotidianos a los que nos enfrentamos y cómo abordarlos directamente, sin intervención del estado.

Aquellxs cuyxs antepasadxs fueron privadxs de su relación con esta tierra deberían poder restablecerla en sus propios términos. Y deberíamos dejar tranquila una zona del parque para que los zorros, los búhos, el follaje y los demás seres vivos que llaman hogar a esta parte de South City puedan volver a prosperar.

Lo que podría suceder en un lugar como Tower Grove Park está limitado solo por nuestra imaginación y nuestra voluntad de defenderlo. Derribar las estatuas es solo el primer paso. Nos da una idea de lo que es posible—y cómo conseguirlo.


En 2018, parecía optimista imaginar que las estatuas de Cristóbal Colón en todo el país, como la del Tower Grove Park, serían derribadas y retiradas en dos años. Hoy en día, parece optimista imaginar que los espacios donde se encontraban estas estatuas podrían recuperarse y transformarse. Pero dentro de unos años, eso también puede ser imaginable.

Con ese espíritu, podemos concluir hoy como lo hicimos hace tres años: no derribemos solo los monumentos, arranquemos también los pedestales.


Empleados de la ciudad retiran una estatua de Cristóbal Colón del Ayuntamiento de Columbus en Columbus, Ohio, el 1 de julio de 2020.

No deberíamos retirar la estatua simplemente para quitárnoslo de la cabeza. Quizás Colón debería quedarse, cubierto cada octubre con una nueva capa de rojo, con una nueva placa que diga, simplemente, “ASESINO. VIOLADOR. COLONIZADOR”.

Al entrar en una era de denuncia a estos hombres, hagamos algo más que simplemente cambiar el nombre de las instituciones que siguen siendo concentraciones exclusivas de riqueza, conocimiento y poder. Si una calle que nos vemos obligadxs a atravesar como viajerxs en nuestro camino hacia trabajos de explotación o clases aburridas cambia de nombre a alguien que nos gusta, seguirá siendo parte de nuestro aburrido viaje. Si se cambia el nombre de los barrios por nombres de mejores personas, pero todavía estamos vigiladxs y excluidxs o solo se nos permite existir como consumidorxs, habremos fallado una vez más. De hecho, ¿de qué sirve cambiar el nombre de Shaw Boulevard si jóvenes como VonDerrit Myers, Jr.1 siguen siendo asesinadxs allí por la policía, a tiros, con total impunidad? Nuestra tarea no es simplemente cambiar los nombres que santifican una sociedad alienante y opresiva, sino transformar radicalmente esta sociedad.

Del mismo modo, debemos tener cuidado de no glorificar a lxs individuxs en lxs que nosotrxs mismxs nos inspiramos, en lugar de a lxs héroes y heroínas de la supremacía blanca. Es mejor que no haya nadie por encima nuestro y nadie debajo. No derribemos sólo los monumentos, arranquemos también los pedestales.

-“Cada Cual más Cruel que el Anterior”—Sobre las Estatuas de Cristóbal Colón y los Hombres que las Erigieron, septiembre de 2018


Otra versión de este texto y nuestro ensayo anterior “Each Crueler Than the Last—On Statues of Christopher Columbus and the Men Who Raised Them” están disponibles juntos en un PDF, These Unnameable Objects, o en un fanzine en papel en A Boulder on the Tracks. También recomendamos la obra de Thomas Martin “Beware Lest a Statue Slay You”.

  1. VonDeritt “Droop” Myers, Jr. fue asesinado el 8 de octubre de 2014, menos de un mes después que Michael Brown. Su muerte provocó otra ola de marchas contra la policía, daños a la propiedad y la quema de banderas estadounidenses. El gobierno de la ciudad y la policía defendieron al oficial que lo asesinó, Jason Flanery, y afirmaron haberlo absuelto de cualquier delito. Hasta unos años más tarde, cuando Flanery chocó su coche patrulla estando borracho y drogado con cocaína, el departamento de policía no juzgó que su conducta era inaceptable y lo despidió.